Carta a Ana María de Baeza (Andújar, febrero.1877)


La confianza en Dios, en medio de las dificultades que está viviendo, es el tema de fondo en esta carta que Rafaela María dirige a Ana María de Baeza. Ésta, y su hermana Manuela, debían superar también algunas contradicciones antes de entrar en la vida religiosa.


Srta. Ana María de Baeza. La paz de Jesús.
Mi querida e inolvidable Ana: Recibí con mucho gusto su estimada carta, y le agradezco mucho los sinceros ofrecimientos que en ella me hace. Gracias mil a nuestro buen Jesús, que tanto nos favorece y nunca quiere que suframos sin darnos al mismo tiempo mucho mayor consuelo. Bendito sea por todo.
¡Qué dicha la de poder sufrir algo por nuestro buen Jesús! Yo me confundo al ver la honra que el Señor nos hace en sufrir algo por Él. Todas estamos muy contentas y nos creemos muy dichosas. Ya no estamos en el hospital, vivimos en una casa bastante capaz y muy alegre, y seguimos en parte nuestras reglas. Y sobre todo reina un espíritu de unión que admira.
Decía (una hermana) que el Señor no hacía obras grandes porque no encontraba almas bien dispuestas; pídale usted al Señor que nosotras seamos de esta clase y que enteramente nos entreguemos a Él para que haga lo que quiera sin encontrar estorbos.
Animo, querida mía, sirvamos perfectamente a nuestro Señor y que rabie el infierno, ¿qué nos importa?
No tengo más tiempo. En el Sagrado Corazón la tiene su amiga
María del Sagrado Corazón de Jesús.

Carta a Ana María de Baeza (Córdoba, 10.enero.1877)


Rafaela María, anima a seguir el camino de Jesús confiando, no en nuestras propias fuerza, sino en las del Señor.


La paz de Jesús.
Mi muy amada en Jesús: extrañaba ya el no recibir carta de usted, pero gracias a Dios pronto tuve ese gusto, que me fue muy grato...
Cuanto me dice de lo que le está sucediendo no me ha sorprendido, ni mucho menos: esto es lo natural; lo extraño sería lo contrario. ¿Cómo ha de tratar el mundo a quien lo abandona? ¿Pero es verdad, querida mía, que nuestro buen Jesús le ayuda mucho? ¡Si no ha de ser de otro modo! Él lo dijo, que su yugo es suave y su carga ligera. A nosotros se nos hace pesada porque confiamos en nuestras fuerzas; apoyémonos en las suyas y no temamos.
Adios, querida mía, constancia y fortaleza. Cierre los oídos a las sirenas y tenga fija la mirada sobre aquel santo monte en que tantos dolores sufrió para hacerla su esposa nuestro divino Jesús, y que Él nos llene de su santo amor, desea de corazón la última de sus siervas.
María del Sagrado Corazón de Jesús.

Carta a María Manuela de Baeza (Córdoba, 10.enero.1877)


Rafaela María se alegra del actuar de Dios en las personas y anima a su amiga a continuar entregándose sin reservas al Señor.

Mi muy amada en Jesús: He tenido mucho gusto en ver su letra: ¡cómo veo el Espíritu del Señor obrar en nuestros corazones! Démosle muchas gracias por su bondad y entreguémonos sin reserva a Él, que Él todo lo facilitará.
¡Qué felicidad se experimenta en su servicio!, ¿es verdad? Esto no quiere decir que no haya cruces; las hay y muy punzantes; pero yo creo que éstas, si Jesús las toca con su preciosa sangre, se vuelven dulces...
Ruegue a nuestro Señor por mí mucho; yo lo haré por usted, aunque indigna. Anime a Ana, hasta que llegue el día, si es voluntad de Él, que juntas lo amemos y sirvamos con santa emulación, y ayudadas unas por otras lleguemos al dichoso término. Esto desea su sierva.
María del Sagrado Corazón de Jesús.

Carta a su hermana María del Pilar (17.junio.1903)

Rafaela María invita a su hermana Dolores, la M. María del Pilar, a contemplar a Jesús y a la Virgen en la cruz, y se fortalezca para asumir la situación difícil que le tocaba afrontar.

Mi querida hermana:

Ahora es tiempo de grandísima paciencia, y ¡qué rico de adquirir tesoros de aquellos que no los corroe el orín ni la polilla los consume! La carne se resiste porque no sabe estimar lo bueno, pero cuánto se alegrará al único digno de contentar,cuando con garbo se sufre algo de lo muchísimo que Él sufrió en la Pasión, siendo tan inocente, ¡que nosotros, a la corta o a la larga,siempre tenemos que expiar!

Sometámonos bien de lleno a la santísima voluntad, y cuando la nuestra se resista, porque nos duela la obra de Dios,recurramos a la vida de Cristo y de la Virgen, y sobre todo al pie de la cruz, y comparemos si nuestro dolor es semejante al de ellos.

Allí están, el Señor desnudo, lleno de llagas e insultado y despreciado por su mismo pueblo a quien tanto benefició, su Madre sola,desmparada, viendo aquella ruina ante sus ojos; y a pesar de eso, él pidiendo perdón con un amor entrañable por los que lo habían puesto en aquel estado; más que perdón, excusándolos, y ella, adoptándolo por hijos, y de verdad. Pues imitemos esstos modelos y sujetémonos a la poderosa mano de Dios con humildad, y santifiquémonnos bien con estas pruebas, para que Dios saque de nuestras almas toda la gloria que se haya propuesto. Yo todos o casi todos los días rezo el vía crucis por esta intención, porque como el bocado es gordo, es preciso reforzarse bien para pasarlo. Pero, mirando al Señor se adquieren fuerzas ¡y tantas!

Abraza a usted con todas esa Madres y Hermanas su hermana

Mª del Sagrado Corazón.

Carta a la M. María de la Paz (nov.1890)

Rafaela María tiene una sensibilidad exquisita para hallar a Dios en todo y en todos. La experiencia de la inmensidad del mar la lleva a contemplar la grandeza de Dios y al mismo tiempo su cercana presencia en la Eucaristía, sobre todo en la comunión. "Podría decirse que esa síntesis, admiración ante el Dios inmenso y amor humilde a su presencia cercana, está en la base de la vida espiritual de Santa Rafaela María" - Inmaculada Yañez, ACI -.

Querida María de la Paz: Su carta me complació mucho y espero otra tan larga y pronto.

Ya me figuraba yo que tan grande le había de ser la vista al mar. ¡Que omnipotencia la de Dios! ¡Qué dicha tener un Dios tan grande! Y a ese Dios tan inmenso lo hemos de poseer en su lleno por toda la eternidad, y ahora lo poseemos en el Santísimo Sacramento y viene todos los días a nuestro corazón. Esto sí que es un mar sin fondo.

Abraza a usted

María del Sagrado Corazón, E.C.J.